domingo, septiembre 24, 2006

La errática política inmigratoria

(Lluís Foix)

22/09/2006 - 18.33 horas
La Vanguardia. Barcelona


No me importa repetir que, con importantes excepciones, los ministros y las ministras actúan como si el presente y el futuro del mundo dependieran de lo que se piensa y se decide en Madrid. Me da la impresión de que el presidente Zapatero ha leído poco, ha viajado menos y no tiene otras relaciones con sus colegas internacionales que las estrictamente imprescindibles. Hace un año, el ministro Caldera anunciaba a bombo y platillo la regularización de cientos de miles de ilegales que residían en España clandestinamente. La decisión no me pareció desacertada. Lo que me inquietó es la altanería con que se tomaba, con una actitud un tanto chulesca, al margen de lo que pensaran los demás países europeos. Es evidente que la regularización produjo un efecto llamada que estamos viendo con dramatismo en los mares atlánticos, en las fronteras terrestres y en los aeropuertos. La vicepresidenta De la Vega se dio una vuelta por Europa en busca de ayuda. No fue bien acogida su petición. Los ministros de Justicia de los 25 se han reunido en Finlandia y el discurso del Juan Fernando López Aguilar, ministro español, fue recibido con divisiones y frialdad. López Aguilar pedía millones de euros y el refuerzo de patrullas navales europeas para vigilar las costas atlánticas y mediterráneas. La preocupación del gobierno español, de todos nosotros, es comprensible al ver cómo miles de subsaharianos se lanzan a aventuras personales trágicas para alcanzar la fortaleza europea. La Unión Europea no tiene ya fronteras nacionales entre muchos de sus estados miembros. El problema, por lo tanto, es europeo. Lo que me parece equivocado es propiciar unilateralmente políticas nacionales y luego acudir a las instituciones de Bruselas para que se sancionen y se destinen los recursos necesarios. Hoy por la mañana escuché a la secretaria de estado para la Inmigración, Consuelo Rumí, cuando decía que las críticas a la política migratoria española han sido minoritarias y vinculadas a Austria y Alemania, países a los que "les cuesta entender la inmigración económica". Con todos los respetos, la secretaria Rumí no sabe de lo que está hablando. No sabe que fue precisamente Alemania la que acogió a cientos de miles de emigrantes económicos españoles en los años sesenta. Tampoco sabe que en pleno conflicto balcánico, fue Alemania la que acogió a casi medio millón de bosnios sin pedir ayuda a nadie. Estoy de acuerdo con la señora rumí de que "Europa no puede dar la espalda a la inmigración desordenada que fluye masivamente hacia el continente europeo". Pero no se puede ir por el mundo dando lecciones, sin tener en cuenta la memoria. Hay que escuchar, hay que saber historia y hay que aceptar que España es la gran beneficiaria de las políticas sociales de la Unión Europea desde aquella famosa cumbre de Edimburgo en la que Felipe González arrancó de Mitterrand y Kohl los fondos de cohesión social. Lo dijo el representante de Alemania en la cumbre de Finlandia. España puede acoger a 25.000 subsaharianos. No se va a hundir el territorio. Los cayucos son una vergüenza para los que llegan a bordo y para los que les recibimos. Son los sobrantes humanos de la globalización. Zapatero puede abrazarse con el caudillo Chaves, enviar a un alto cargo a la cumbre de países no alineados en Cuba, retirarse ipso facto de Iraq tras la victoria electoral, tener relaciones tensas con Israel y estar a la greña con el Vaticano. Pero no puede, paralelamente, tratar de tener relaciones normales con nuestros aliados naturales que no adoptan políticas tan unilaterales y que tienen el hábito de evacuar consultas con sus socios antes de tomar decisiones de esta envergadura. No es de extrañar que el ministro del Interior alemán, Wolfgang Schäuble, dijera lisa y llanamente en Finlandia que para resolver los problemas nacionales no hay que pedir el dinero de los demás. De los papeles para todos hemos pasado a la repatriación inmediata de cuantos llegan sin papeles. Demasiadas decisiones bruscas en un tiempo tan corto. La política de un país, la interior y la exterior, no es aconsejable hacerla pensando en hoy o mañana. Hay que actuar con más previsión, con más perspectiva, con más inteligencia. Estas actitudes no se improvisan. Somos la patria del Quijote. Pero no podemos ir por el mundo confundiendo los molinos de viento con los gigantes

No hay comentarios: